Percibir, sentir
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Percibir, sentir

Percibir, sentir

2016_lino bielsa_modelo1Y a fin de recordar
yo traigo puesta en mi cara
la cara de mi padre. (Yehuda Amijai)

Sobre el retrato

Hay que retrotraerse al siglo IV de nuestra era para ver los últimos retratos realistas ejecutados por pintores greco-romanos en el oasis de El Fayún, actual Egipto, con el fin de colocarlos en las momias de los difuntos. Con la implantación del cristianismo las imágenes se utilizan solamente con fin propagandístico o educativo, por causa de la figuración humana surgen polémicas internas dando origen a grandes conflictos dentro del cristianismo. Triunfan los iconoclastas.

Pasarán diez siglos para que el retrato vuelva a ocupar un espacio dentro de la sociedad. Dios no se puede representar de forma realista y el hombre como creado a su imagen y semejanza tampoco; sigue siendo así aun en muchos lugares. En el siglo XIV Guillermo de Ockhan fue el primero en discernir que la verdad revelada y la razonada iban por diferentes caminos; fue excomulgado. Un conocido suyo, coincidieron en la Universidad de París, Marsilio de Padua, indicó que el poder temporal debe ser predominante al poder espiritual. Pero este al ser amigo y defensor de las ambiciones del emperador Luis IV de Baviera no llegaron a excomulgarle, lo hizo el papa con el emperador. Fue una época convulsa de Papas y antipapas. Todo esto sucedió en una sociedad seguidora de Jesús de Nazaret, que dijo: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» Mateo 22:21 y » Mi reino no es de este mundo» Juan 18:36.

Después de este largo periodo dominado por los iconoclastas, surgen los primeros retratos (representación de una persona en dibujo, pintura, escultura o fotografía) en las tablas flamencas. Aunque nos parezca increíble el retrato indica el comienzo del triunfo de la sociedad civil sobre la religiosa. No obstante y a los pocos años del nacimiento de la fotografía, tal y como indica Walter Benjamin, un periódico de Alemania; Der Leipziger Anzeiger,en el 1840 decía: «Pretender fijar fugaces espejismos, no es solo cosa imposible, tal y como ha quedado comprobado tras una concienzuda investigación alemana, sino que el mero deseo de proponérselo es ya una blasfemia. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina. A lo sumo un artista entusiasta, exaltado por la inspiración celestial, podrá atreverse a reproducir, en un instante de suprema consagración, por orden de su genio y sin ayuda de máquina alguna, los rasgos divinos del hombre». Esto no solo es un postrero ataque a la fotografía, sino encubiertamente al retrato propiamente dicho puesto que este no es una exaltación de la imagen sino una representación realista del ser humano

Del trabajo

Hay fotógrafos que cuando realizan un retrato dicen que captan el carácter, el espíritu e incluso el alma del retratado, vana pretensión. La fotografía no inventa ni interpreta, la fotografía es la huella verdadera de la realidad, pero solo una huella, no una visión de esta. Además posee la característica de ser indeleble e inmutable, mientras el soporte aguante, pudiendo llegar en algunos casos a tener un halo especial. Esta característica, el halo, no es una condición universal, para un observador puede tenerla y para otro no, por lo que entre la fotografía y el espectador existe una relación biunívoca de origen sentimental. Si somos estrictos y pensamos en el tiempo que transcurre desde que pensamos en apretar el obturador hasta que se produce la acción la fotografía tiene algo de fortuito, nunca lo retratado es lo visto por el fotógrafo.

La fotografía transforma en perenne la fugacidad, eternizando el tiempo mínimo, es como si un dios loco congelase el tiempo. Un instante en la vida de una persona que deja una huella indeleble, instante que puede ser olvidado por el individuo, pero la imagen le persistirá como un sueño no deseado.

La fotografía tiene como antecedente la memoria, no la pintura ni la escultura. Esto me ha hecho meditar sobre los sentimientos que despierta. Dado que  fotografía no es una interpretación de la realidad, sino un trozo de la huella de esta, y por lo tanto tan falsa o real como la percibamos. La memoria nos deforma la realidad para hacernos más amable la existencia. El ser humano vive en una mentira disfrazada de realidad para que sea soportable y justificable su existencia.

Sobre esta base y con las reflexiones que hace Peter Sloterdijk en su ensayo «La muerte aparente en el pensar», en el que indica que el analista de cualquier sociedad debe observarla desde afuera, como si de un muerto se tratase, he acometido este trabajo.

Si de cualquier especie tomamos una muestra lo suficientemente grande esta queda fielmente representada; si nos retrotraemos unas generaciones, no muchas, casi todos los elementos de una región tenemos un ancestro común, somos más parientes de lo que nos creemos.

Si se toma como objetivo de este trabajo el rostro de los individuos la muestra se hace de un tamaño inmanejable, por lo tanto me he fijado solamente en los ojos, pero dentro del contexto del busto. Para de esta forma percibir la figura y el gesto del retratado.

Es evidente que existe un problema para la ejecución de estos retratos con las técnicas habituales de la fotografía. El camino a seguir me reveló al ver la exposición de Martín Chambi y Castro Prieto en el Museo Pablo Gargallo, en las Navidades de 2012-2013. Debía trabajar con una cámara técnica y el principio de Scheimpflug, no como se utiliza generalmente para que sea nítido todo lo fotografiado; sino para realizar grandes desenfoques.

En esta serie he intentado que el modelo sea el fotógrafo, un autorretrato realizado de forma inconsciente con el mínimo posado posible. La técnica para realizar las fotografías da como resultado que los individuos nos miren con autoridad, una mirada de arriba abajo, debido a la situación que obligatoriamente debe colocarse la cámara..

Para la ejecución de estas fotografías, hubo que organizar un pequeño espectáculo para cada toma. Mientras que «el retratista que venía a mi pueblo cuando yo era pequeña» realizaba los trabajos de medición de luz y enfoque bajo el pertinente trapo, un equipo formado casi siempre por Asun y Dori Rufas se dedicaban a hacer una serie de fotografías con la cámara digital, fotos que se le daban al cabo de unos días al sufrido modelo. Todo esto iba acompañada de la correspondiente cháchara por parte del equipo Rufas para que el fotógrafo «antiguo» pasara desapercibido lo máximo posible. En un momento indeterminado, cuando el retratado se encontraba sin ningún tipo de tensión y aprovechando alguna mirada a la cámara, se accionaba el obturador, de esta forma se intentaba conseguir la máxima naturalidad. Todo esto implicaba que al haberse movido el retratado el enfoque fuera aleatorio, quedando enfocado solamente unos pocos centímetros del rostro.

La finalidad última es que cualquier individuo que mire los retratos, en alguno de ellos encuentre un halo de familiaridad. El porqué de esta sensación no tiene explicación. Hay cosas que no se pueden explicar, solo sentir. Este es el fin de las fotografías realizadas, intentar transmitir sentimientos y semejanzas entre individuos y generaciones.

Si hacemos caso a Proust y a Sthendhal, buscando el alma del retratado, solamente encontraremos, por más que rebusquemos, nuestra propia alma. De encontrarnos a nosotros va el asunto. Nuestros ancestros son el retrato de lo que nosotros seremos.

Conclusión

Este trabajo es el reflejo de lo que sucede en la mayoría de los casos, sabemos lo que nos interesa pero no lo que queremos, esto se descubre mediante el desarrollo de la idea original materializándola. Ya nos indica Zweing que toda creación debe materializarse, debe convertirse en materia, para que la comprendamos.

Por lo tanto la primera intención es que el espectador perciba la imagen la que le transmitirá alguna impresión, pero antes que esta percepción le lleve a un sentimiento le propongo que piense.

Pensar es el camino que nos conduce a lo pensable, es decir, al ser, en cuyo ámbito y solo en él reside el pensamiento. El pensar nos lleva mediante el análisis a lo predecible. Tenemos por una parte una foto que es el pasado y el pensar, que es el futuro. Una contradicción o vana pretensión.

El ser, simplificándolo mucho tiene dos partes fundamentales: la exógena que es su existencia, fotografiable, y la endógena que es su esencia, irrepresentable. Materia y sentimiento, materia que nos conduce a pensar y de ahí a sentir.

Todas las fotografías son en el fondo la búsqueda de la identidad del fotógrafo con lo fotografiado, somos unos entes que tenemos la tendencia a repetirnos. Seguramente siempre estamos haciendo la misma foto, los seres frente al ser.

TEXTO DE LA EXPOSICIÓN DE LINO BIELSA
FESTIVAL BFOTO 2016 – UNED DE BARBASTRO

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